Sierra Codes — Artículo
Del lenguaje al código: un camino de vuelta a casa
Por Stella Bullo
Volví a Berrotarán con una certeza: quería que todo lo que aprendí afuera, en la investigación, en mi doctorado en lingüística y en los equipos internacionales en los que trabajé, sirviera para algo cercano. Para mi pueblo, para Córdoba, para emprendedores y profesionales que necesitan mover sus ideas sin complicarse. Ese es el corazón de Sierra Codes.
Mi puerta de entrada fue el inglés: lengua, lectura, enseñanza, traducción. Estudié Profesorado en Inglés en la Universidad Nacional de Córdoba, una formación que me abrió las puertas a otros mundos y me enseñó a mirar el lenguaje con precisión y sensibilidad. Ese camino me llevó después a Inglaterra, a la lingüística y, con el tiempo, a un doctorado. Viví más de veinte años en el Reino Unido, donde trabajé como profesora e investigadora en lingüística.
Después llegó mi hija, la pandemia y un regreso largo a mi pueblo. Ya en Manchester, en familia decidimos que nuestro futuro no estaba más en Europa ni tampoco en una gran ciudad argentina, sino en el pueblo donde crecí y donde queremos criar a nuestra hija. Con ese cierre también dejé atrás la docencia, aunque no la curiosidad ni las habilidades que había desarrollado. En plena expansión de la inteligencia artificial empecé a mirar hacia otros horizontes. La lingüística y la investigación ya me habían acercado al análisis y la anotación de datos, y en varios proyectos usaba pequeños scripts para automatizar tareas o procesar lenguaje.
Cuando esos dos mundos, el del lenguaje y el del código, finalmente se conectaron, entendí algo simple: programar también es trabajar con lenguaje, y la lingüística, lejos de quedar atrás, se volvió una ventaja.
Lenguaje y código en diálogo
Aprendí que la sintaxis de una oración y la de una función comparten la necesidad de estructura clara para ser legibles, que no alcanza con que el código compile si no comunica algo útil, que el contexto siempre importa porque una misma función puede servir distinto según el usuario o el objetivo, y que así como un discurso necesita cohesión, una aplicación necesita una arquitectura que guíe la experiencia. También confirmé que los datos, igual que los corpus lingüísticos, son formas de entender cómo las personas realmente usan las palabras.
No dejé la lingüística para empezar a programar, la usé para programar mejor. Y descubrí que esa mezcla de lenguaje y código es muy práctica cuando lo que se busca es comunicar, vender o automatizar sin perder la humanidad.
Experiencia global, ejecución local
Trabajar en una universidad del llamado primer mundo me enseñó el valor de la claridad, de los procesos y de las métricas. Aprendí a definir qué significa que algo esté listo, a medir el rendimiento y a traducir visitas o clics en conversaciones reales. Esa disciplina hoy la aplico desde Berrotarán, con un foco completamente local.
- Hago sitios claros y adaptables al celular, que cargan rápido y explican en segundos qué hacés.
- Integro WhatsApp e Instagram, porque ahí es donde la gente te escribe y te recomienda.
- Diseño microaplicaciones y automatizaciones simples cuando suman: formularios, cuestionarios, tableros y seguimientos por correo.
- Creo contenido en español, y en inglés cuando hace falta, pensado para el público real que lo va a leer o usar.
Antes de esta etapa más técnica hubo un proyecto que marcó el puente: El lenguaje de la endometriosis. Nació de mi triple mirada, la de lingüista, paciente e investigadora, y buscó algo tan humano como urgente: entender cómo las mujeres ponen en palabras un dolor que muchas veces no se ve ni se cree. Ese trabajo, además de acompañar mi propio proceso de recuperación, me mostró con claridad que la tecnología puede estar al servicio del lenguaje y del bienestar.
De esa búsqueda nació también Explain My Pain, una aplicación bilingüe que traduce descripciones metafóricas del dolor en información útil para pacientes y profesionales. Podría decirse que El lenguaje de la endometriosis fue la semilla y Explain My Pain, su versión aplicada. Ambos proyectos siguen vivos dentro de Sierra Codes, como ejemplo de lo que me mueve: usar la lingüística, y ahora también el código, para mejorar la comunicación en salud y hacer visible lo que cuesta decir.
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Mi convicción es simple: lo internacional se puede hacer a escala local sin sobreactuar complejidad, y cuando hace falta algo más técnico, como anotación de datos, control de calidad de contenido o pequeñas integraciones de inteligencia artificial, también está cubierto.
Volver a casa no fue cerrar una puerta, fue abrir muchas, más cerca.
Cómo trabajo y qué podés esperar
- Escucharte: quién sos, qué ofrecés y quién es tu cliente.
- Mensajes clave: títulos, beneficios y llamados a la acción.
- Estructura: una página que respire, se lea fácil y convierta.
- Entrega rápida: una versión viva en pocos días para ajustar con datos reales.
- Medición simple: saber de dónde llegan y qué hacen quienes visitan el sitio.
Empecé en el lenguaje y lo sigo eligiendo todos los días, ahora con código. Ese cruce es Sierra Codes: experiencia global, ejecución local, para poner online lo que hacés sin dolores de cabeza y con resultados que se puedan medir. Si te resuena, hablemos. Me encantará escuchar tu idea.